domingo, 7 de abril de 2019

El viento vuela cosas

(Ilustración Leo Arias)

Y lo mismo pasó con un señor con peluca, que por desconfiar del viento quedó pelado de nuevo. Y con una alegre pareja, que por hacerse los vivos se quedaron sin paraguas. Y lo mismo les ocurrió a muchos árboles, que desconfiados dijeron:
—Bueno, el viento es fuerte pero no tanto, no tanto como los árboles, que somos muy fuertes.
Y el viento dijo: —¿Así que son fuertes? Y ¡zas! Todos esos árboles se quedaron sin hojas.
Los animales, en general, son más inteligentes y en cuanto el viento empieza a correr, ellos corren también, pero a esconderse.
Los pájaros también provocan al viento, pero son unos vivos, lo hacen a propósito.
—Para mí que este viento no es tan rápido—suelen decir los pájaros—. Para mí que este viento es más bien lento…
Y el viento enojado sopla con todo y entonces los pájaros aprovechan el empujón para planear tranquilos, que cansa menos que volar.


Pero el viento tiene también un enemigo invencible, alguien a quien siempre quiere vencer pero nunca puede. ¿Saben quién es? La montaña.
Hace mucho, mucho tiempo, la montaña dijo un día:
—El viento ni cosquillas me hace, más bien debilucho lo encuentro.
El viento se enojó y sopló como nunca, pero era cierto que la montaña era fuerte. Ni se movió. Entonces el viento pensó: "¿Tiene la montaña un sombrero para tirar, tiene un pelo para despeinar, tiene hojas para arrancar?", y vio que la montaña tenía, en la parte más alta, en la cima, un capuchón de nieve. ¡Y sí! Se veía como un sombrerito blanco, o por qué no, como un pelo para despeinar.
Desde entonces, en ningún lugar sopla más fuerte el viento que en la cima de las montañas. Sopla con fuerza para hacer salir volando ese sombrerito blanco. Pero por ahora, gana la montaña.

“El viento vuela las cosas” (Uranito) de Martín Blasco, con ilustraciones de Leo Arias

Fuente: https://www.infobae.com/america/cultura-america/2018/04/18/cuentoslij-el-viento-vuela-las-cosas-de-martin-blasco/

https://www.escritores.org/biografias/21945-blasco-martin

miércoles, 27 de marzo de 2019

Fábula Don Gato y Don Ratón por Juan Bosch

Foto de Intenet

Don gato estaba una vez paseándose sobre una pared, y al mirar hacia abajo observó que una cosa se movía dentro de una barrica. Esta contenía un poco de ron y cuando Don Gato se acercó se relamió de gusto al ver que quien estaba ahogándose en el licor era nada menos que su tormentoso enemigo, el joven Ratón.

—Compadre Gato -clamó el infeliz —me estoy asfixiando aquí. Haga un favor, siquiera sea una vez.

—Yo lo siento, compadre Ratón -contestó sin piedad alguna Don Gato.

—Oiga —insistió el moribundo- le prometo engordar cuando salga de aquí y volver donde usted, para que me coma.

Al oír tan agradable proposición, Don Gato se detuvo, se llevó la patita a la barbilla, como quien piensa, y contestó:

—Yo no creo en la palabra suya, amigo Ratón; pero si usted me promete engordar y volver, trataré de ayudarle. Al joven e impertinente Don Ratón le brillaron los ojitos, porque a decir verdad no se sentía muy bien en el ron, que le estaba quemando las peladuras, que se había hecho tratando de conseguir queso.

—Le juro a usted, compadre Gato, que cumplo mi promesa —afirmó.

Entonces Don Gato buscó una tablita, la colocó de modo que tocara el fondo y el borde de la barrica, y por ella salió el entripado Don Ratón. Cuando estuvo afuera volvió la cara y se ausentó lo más deprisa posible, por si acaso.

Pasaron los días, las semanas, y hasta medio año. Un día Don Gato se paseaba tranquilamente por el patio de su casa y vio unos ojitos brillar en el fondo de una cueva.

—¡Hola, compadre Don Ratón!

—¿Qué tal, amigo Don Gato?- respondió aquel cínicamente

—¡Cómo!-¿Ya usted no se acuerda de lo prometido?

—¿Prometido? -preguntó Don Ratón.

Entonces Don Gato, con las mejores palabras de su léxico, explicó el caso tal como sucediera.

—¡Ah sí! -dijo Don Ratón. Lo recuerdo muy bien.

—¿Y no va usted a cumplir ahora su promesa? —preguntó el gato, relamiéndose al pensar en su próximo banquete.

—¿Yo cumplirla? ¿Qué era lo que había en la barrica, compadre Gato?

—Ron, si no me equivoco —respondió éste.

El joven Don Ratón se echó a reír estrepitosamente y cuando hubo terminado explicó:

—Si era ron, es indudable que yo estaba borracho, y usted estará de acuerdo conmigo, compadre Gato, que nadie le hace caso a las palabras de un borracho.

Y el compadre Gato no supo qué contestar.


FIN