viernes, 10 de marzo de 2017

​EL REMEDIO DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Por PEDRO PARICIO AUCEJO

 Todavía conservo los primeros libros de lectura de mi infancia. Son ejemplares -más desgastados por el paso del tiempo que por su uso- de rústicas ediciones populares, con encuadernación de tapas duras y sencillo diseño. Fueron fruto de los regalos con que me obsequiaban familiares y allegados en determinadas celebraciones del año. Su interior ofrecía la amenidad de elementales ilustraciones y la emoción de peripecias extraordinarias. En unos casos, eran obras inicialmente escritas para adultos que, por su éxito, se adaptaron al mundo infantil como auténticas joyas de la literatura. En otros, se trataba de creaciones estrictamente dirigidas a los menores. Su temática oscilaba desde las aventuras de trasfondo histórico a los relatos moralizadores, las ingeniosas fábulas, las modélicas biografías o los cuentos clásicos. El 'Robinson' de Defoe, el 'Gulliver' de Swift, las 'Veinte mil leguas de viaje submarino' de Verne, los 'Cuentos' de Perrault y Andersen... son algunos de los títulos que perviven en mi recuerdo de aquellos tiempos.


Pero fue 'Corazón', del italiano Edmundo de Amicis (1846-1908), el que más se grabó en mi memoria. Se trataba del diario escolar de Enrico -alumno de tercer grado en una escuela municipal turinesa-, que anotaba los principales acontecimientos del curso y los momentos especiales que iban marcando su existencia. Compañeros de clase, alegrías, tristezas y demás sentimientos íntimos de este muchacho van desfilando por sus páginas, entremezclados con las cartas dirigidas a sus padres y con emotivos cuentos mensuales. Publicado este libro en 1860, no solo permite adentrarse en los entresijos del alma infantil sino contemplar la sociedad y la ideología de su tiempo, de los que constituye un verdadero documento histórico.

Este tipo de literatura -que caldeó el ánimo lector de muchos jóvenes de mi generación- fue denostado académicamente durante largo tiempo. Sin embargo, en nuestro país, tuvo en la madrileña Carmen Bravo-Villasante (1918-1994) su firme defensora. Esta polifacética mujer, apasionada de la cultura alemana, fue filóloga y folclorista, escribió poesía y artículos para la prensa, cultivó extensamente el género biográfico (Valera, Pérez Galdós, Pardo Bazán.), redactó prólogos, tradujo cuentos y se relacionó incansablemente con el mundo cultural de España, Europa y América. Pero, sobre todo, fue pionera en el estudio universitario de la literatura infantil y juvenil, que tuvo su refrendo en 1980, con la concesión del Premio Nacional de Literatura Infantil por su labor de investigación. Durante muchos años impartió conferencias y cursos sobre esta modalidad literaria, publicó diversidad de obras al respecto (antologías, diccionarios, ensayos, libros de historia.) y, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, tuvo numerosas iniciativas dedicadas a divulgarla y estimularla por medio de seminarios, talleres, premios y revistas especializadas.

Bravo-Villasante nunca consideró que los libros para niños fueran un género literario menor, sino una de las ramas más florecientes y con más espléndidos frutos del frondoso árbol de la gran literatura, en la que lo único que variaba era el lector. Y esto ha sido así hasta el punto que el público adulto ha estimado como propiamente suyas las obras clásicas de la literatura infantil. «Cuando se piensa que [buena] parte de la vida de un hombre pertenece a la infancia y a la juventud, no es posible desdeñar -decía- la existencia de la literatura infantil y juvenil, y más cuando esa literatura ha producido ya obras maestras, o ha determinado corrientes culturales de enorme interés».


Adelantándose a su tiempo, esta erudita mujer abogó por la idoneidad de aquel tipo de lecturas con el fin de fomentar la imaginación y la emotividad del menor. Por contener estos libros una pluralidad de niveles existenciales y significados culturales, enriquecen la vida del joven mucho más de lo que pudiera hacerlo cualquier otro libro, pues, al tiempo que le divierten, le aclaran su propia personalidad y favorecen su desarrollo. El instinto vital y literario de Carmen Bravo le permitió anticipar la importancia concedida en nuestros días a esta literatura por parte de profesionales de diferentes ámbitos, como escritores, artistas, editores, bibliotecarios, educadores, psicólogos...

En un mundo convulso como el presente, en el que a la vulnerabilidad propia de la infancia se añade -especialmente en los casos de mayor fragilidad- la derivada de los conflictos familiares, la desigualdad social y las dificultades económicas, será bueno contribuir a reforzar el desarrollo del menor y protegerlo -por todos los medios posibles- contra cualquier forma de abandono, crueldad y explotación. El acceso a la educación es herramienta imprescindible en ese proceso de atención y mejora de la infancia. Sin ella y sin la habilidad lectora que la sustenta y conforma no pueden darse las necesarias condiciones de dignidad que todo niño precisa. En las celebraciones onomásticas, de cumpleaños, de Navidad y Reyes, de finalización del curso escolar o cualquier otra en la que los pequeños adquieran un especial protagonismo -e incluso sin él: sólo porque sí-, será siempre un acierto obsequiarles con libros adecuados. Sin duda alguna, con ellos se da un paso firme en la orientación del desarrollo actual de las capacidades del niño y en la preparación de su futura vida como adulto responsable.

​http://www.lasprovincias.es/comunitat/opinion/201703/11/remedio-literatura-infantil-juvenil-20170311010043-v.html​

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